En el ámbito de la salud mental, la ansiedad es uno de los trastornos más comunes, afectando a una parte significativa de la población. En mi práctica clínica, he observado cómo la ansiedad puede manifestarse de diferentes formas, y una de las más desconcertantes para quienes la padecen es el ataque de pánico.
¿Qué es un ataque de ansiedad y cómo se relaciona con el ataque de pánico?
Es común que las personas confundan el ataque de ansiedad con el ataque de pánico, ya que ambos comparten síntomas. Sin embargo, hay diferencias importantes entre ellos. El ataque de ansiedad se asocia a un aumento gradual de la tensión y suele estar vinculado a preocupaciones o situaciones estresantes. Por el contrario, el ataque de pánico aparece de forma súbita, sin un desencadenante claro, y está marcado por un miedo intenso y una sensación abrumadora de pérdida de control.
Durante un ataque de pánico, los síntomas pueden ser tan intensos que las personas suelen temer estar sufriendo un ataque al corazón o incluso morir. Entre los síntomas del ataque de ansiedad y de pánico se encuentran la dificultad para respirar, el aumento del ritmo cardíaco, sudoración excesiva, mareos, sensación de asfixia y un fuerte malestar en el pecho.
El miedo y los pensamientos intrusivos: un ciclo difícil de romper
Uno de los elementos más importantes en el tratamiento de la ansiedad es abordar el miedo y los pensamientos intrusivos que la alimentan. Estos pensamientos no deseados pueden ser recurrentes, incontrolables y, a menudo, irracionales. Sin embargo, lo que los convierte en un elemento tan contundente es el miedo que generan y la forma en que perpetúan el ciclo de ansiedad.

Es esencial ayudar a los pacientes a entender que estos pensamientos no son peligrosos en sí mismos, aunque lo parezcan, y que existen estrategias eficaces para manejarlos e incluso llegar a eliminarlos.
Tratamiento para la ansiedad: opciones eficaces y basadas en evidencia
El tratamiento para la ansiedad y los ataques de pánico requiere un enfoque integral. En mi experiencia, los tratamientos basados en evidencia como la terapia cognitivo-conductual (TCC) han demostrado ser altamente efectivos. La TCC ayuda a los pacientes a identificar y desafiar los pensamientos intrusivos y/o catastróficos y a desarrollar habilidades para un óptimo manejo de las situaciones estresantes.
Otra opción es el entrenamiento en técnicas de relajación y mindfulness, que permite a los pacientes reducir la activación fisiológica asociada a los episodios de ansiedad y pánico. En algunos casos, puede ser necesaria la intervención farmacológica para complementar el tratamiento psicoterapéutico, siempre bajo la supervisión de un médico especializado.
En estos casos, defiendo firmemente un enfoque multidisciplinar en el que el psicólogo y psiquiatra trabajen en conjunto y mantengan una comunicación estable durante todo el proceso. De esta forma, nos aseguramos de que la medicación, si fuese necesaria, sea ajustada de manera óptima en función de las necesidades del paciente. La coordinación entre ambos profesionales es fundamental para ofrecer un tratamiento integral y personalizado, buscando siempre el bienestar del paciente como prioridad.
Conclusión
La ansiedad y los ataques de pánico pueden condicionar de forma significativa la vida de quienes los padecen. No obstante, a partir de un enfoque adecuado y ajustado a la realidad de cada paciente, es posible gestionar y superar estos desafíos. Un tratamiento integral y basado en la evidencia, que combine intervenciones psicoterapéuticas y, solo cuando sea necesario, farmacológicas, resulta esencial. Este planteamiento, ofrece un camino efectivo y evidenciado hacia la recuperación. Además de una mejora sustancial en la calidad de vida de la persona. Buscar ayuda profesional siempre es el primer paso hacia el bienestar emocional.